Práctica 2. La canción de los lunes (optativa)

La cantautora cordobesa María José Llergo adelanta la canción “Nana del mediterráneo” en el año 2018 acompañada por el guitarrista Marc López. Este tema se publica por fin en septiembre de 2019 insertado en el álbum Sanación y producido por Lost Twin. Además, tenemos otra versión muy especial de esta canción en la que la voz se acompaña únicamente de las olas del mar para el Barcelona Acció Musical de 2019. La nana nos mece en la injusticia de todas las personas que se ven obligadas a cruzar el océano para conseguir su libertad.



Aparte de “Nana del mediterráneo”, queremos recalcar que María José Llergo tiene otras canciones que muestran esta emergencia humanitaria. Este es el caso de “Te espera el mar”, canción del año 2021 creada para la película Mediterráneo, donde se muestra la realidad de miles de personas que arriesgan sus vidas (y las de sus familiares) huyendo de conflictos armados y pobreza, pero también la de aquellos que se ven desbordados ante una labor que se ha recriminado durante años, la de los equipos de salvamento. Aunque no queremos centrarnos en esta película, sí queremos recuperar parte de la letra de “Te espera el mar”:


Fragmento de “Te espera el mar”, de María José Llergo

llora y llora y llora el mar,

mientras gente cruza a sus hijos

tanto profundo es su llorar

que su llanto es mi cantar

y ahora es grito

 

yo creo en la ley de los mares

donde nadie es ilegal

mientras que la ley de los hombres

sea más cruel que la del mar

 

[...]

dejando escrito en la marea

su sueño de libertad

[...]

 

Con esta misma empatía hacia los que buscan libertad, María José Llergo compuso “Nana del mediterráneo”, escrita a continuación:

 

“Nana del Mediterráneo”, de María José Llergo

Ah-ah

Ah-ah-ah-ah

Ah-ah-ah-ah

Ah-ah

 

Espuma blanca que lava el mar

Le hiciste cuna de agua y sal

Las estrellitas del cielo

Con nácar peinan su pelo

Duerme, mi niño, no llores más

Aguas serenas, aguas serena'

Te mecen, ya

 

Eh y oh-oh

Le-eh, la-oh

Le-eh, ah-oh

 

Lloran los cielos, aúlla el mar

Mueren los sueños en ultra mar

Las olas sellan su tumba

Europa pierde las uñas

 

Duerme, mi niño, no llores más

Aguas serenas, aguas serena'

 

Te mecen, ya

Eh-ah-ah

Le-eh, la-oh

Le-eh, ah-oh

Le-eh, ah-ah-ah

Le-eh, ah-le-eh-eh-le

Hey-ah, la-ah, la-ah, la-ah, ah-ah

Le-ah, lah-ah-ah-ah, oh


Esta nana sirve a Llergo como denuncia de una situación desbordante para el continente europeo, donde las diversas respuestas ante la inmigración se topan con la humanidad de la población, o su carencia, y con la impotencia ante el cambio de las sociedades vecinas. En el comienzo de la nana, el mar se presenta como una cuna que arrulla y envuelve en su pureza, evocada por el color blanco. Es como si la persona estuviera en un foco de luz con los destellos del agua, las “estrellitas” y el “nácar”. El niño puede dejar de sufrir cuando llega la muerte, cuando la tempestad de su realidad desaparece. La voz canta una nana en la que el mar mece como una cuna hacia la muerte: “las olas sellan su tumba”. A través de la nana, María José Llergo resalta la vulnerabilidad de las personas que migran por mar y llama a la empatía y la acción. Con ambas canciones podemos observar su postura: la manera en la que “sufre” el mar con la muerte de sus “hijos” y sus sueños de libertad. Parece que con “Nana del Mediterráneo” consigue la dulzura y empatía tan carentes en “Te espera el mar”.

Sin embargo, el Mediterráneo, espacio que mece a bañistas todos los veranos, sigue presentándose como cementerio en una Europa indiferente para aquellos que solicitan asilo (“Europa pierde sus uñas”). Esta misma idea la vemos reflejada en el cuadro de Salvador Dalí, Muchacha en la ventana (1925).



Todos sabemos que se trata de Ana María, la hermana del pintor, pero esta mujer puede ser cualquier otra asomada en la ventana hacia el puerto, donde llegan multitud de barcos, pero... ¿También personas? Una de las relaciones que queremos establecer entre el cuadro de Dalí y la canción de Llergo es esta: la mirada impasible de Europa, que se deja mecer en las costas mediterráneas y se funde tranquilamente con el mar. Esta perspectiva se ve acentuada cuando se trata de un pintor de clase media-alta. Esta misma interpretación la podríamos haber mostrado también con cualquier cuadro de Joaquín Sorolla, donde el Mediterráneo se presenta como espacio de juego, paseo, brillo (algo así como el nácar del que hablaba Llergo) y vida.

No obstante, la visión desde la ventana nos aporta otra interpretación, para la que queremos  despojarnos de la realidad de la obra de Dalí. Todos los días parten migrantes hacia las costas españolas. ¿Y si el mar que vemos retratado no es el Mediterráneo? Una madre, una hermana o una amiga observa partir desde su casa a un ser querido que puede que nunca vuelva. Es la visión desesperada de quien espera que otro sobreviva y consiga la libertad. 

Aunque la conexión entre el mar y la muerte se presenta en multitud de textos, nos parece interesante recalcar la figura de la persona que cruza el mar para llegar a las costas mediterráneas. Esta vez no hablamos de migrantes que pierden la vida en el mar buscando una vida mejor y que, sin culpa, son condenados a la indiferencia. Queremos hablar de aquellos que cruzan el mar sin prejuicio buscando el mejor negocio. De ellos viene la indiferencia (permitida por el dinero) hacia estas costas, estos paisajes y estas vidas cotidianas. Gabriel Miró retrata esta “facilidad y proselitismo” en Años y leguas, donde “el pueblo más escondido, los campos más silenciosos, ya están a merced de un Ford bronquítico” y “Si además hubiera ruinas, más o menos gloriosas, el excursionista aconsejará el derribo, el aprovechamiento y hasta las restauraciones”. Esperamos que la crítica a la hipocresía de quien abre y cierra las “puertas” del Mediterráneo se lea en estas líneas:

 

En el aire de Calpe se transparenta la gloria del Ifach como una sangre antigua. Pueblo callado. Pureza y quietud junto a la exaltación de las rocas encarnadas. Mar grande. Mar que desde la orilla tiene ya un aliento de navegación; mar sin bullicio democrático de verano. Calpe todo de lumbre ancha de verano sin jovialidad, en una íntima clausura. Cantonadas y callejones con calma de portal en un atardecer de invierno; calma que se queda respirando entre los aletazos y torbellinos del viento salobre. Pasos que siempre parecen venir de lejos subiendo una cuesta. Un viejecito de luto, de luto muy denso y mate en la cal azul de las sombras y en el yeso naranja de la pared con sol. Por el caño del calcañar le desborda la bayeta amarilla que le faja los nudos de los dolores de reuma. Viejo con antigüedad de marinero, marinero de escampavía; y ahora, en su blusa de luto, el sudor de traer un costalillo de hierba para la cabra recién parida, de sus nietos.

Calpe sin verano de gentes forasteras. Silencio. Una gaviota pasando por el horizonte. La llama de piedra del Ifach. Blancura de lonas y de casas como de obra de alfarería enjugándose en el bochorno de la tarde. Olor de barcos en el sol de la arena, de redes y de tiestos de alhábegas y geranios. Calpe sin colonia de veraneantes regocijados y orfeónicos (“Calpe. Excursionismo”).


¡Gracias por leer!  





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