Práctica 10. La educación en 2050 con ChatGPT
Para esta prueba he realizado cuatro prompts, en los que he situado la educación en 2050 en un contexto límite, el de una guerra mundial que se junta con un giro de España a la ultraderecha mientras la crisis climática amenaza una normalidad obligada en un mundo enloquecido. Todo ello a través de ChatGPT, que ha creado un relato sorprendente, que merece la pena leer y sobre el que habría que reflexionar, porque, a lo mejor, creemos que el mundo se va a acabar demasiado rápido y lo que hay detrás de la puerta "solo" es el tradicionalismo que muchos quieren volver a imponer. Dicho esto, pasen y vean:
PRIMER PROMPT: "Crea un relato breve sobre cómo será la educación en 2050"
RESPUESTA DE CHATGPT:
"Aula 2050
En el año 2050, las aulas ya no eran espacios físicos limitados por paredes. La educación se había transformado en una experiencia inmersiva y personalizada, accesible desde cualquier rincón del planeta… o incluso desde la órbita terrestre.
Lía, una estudiante de 12 años, asistía a su clase de historia mientras flotaba en su cápsula domiciliaria en la Estación Orbital 3. Se colocó su interfaz neural, un dispositivo tan delgado como una venda, y en segundos su entorno cambió: se encontraba caminando por las calles de la antigua Roma, observando a los ciudadanos discutir en el foro, oliendo el pan recién horneado, escuchando a un senador dar un discurso encendido.
—Lía, ¿qué estrategias políticas ves en este discurso? —preguntó la IA docente, llamada Sira, mientras adaptaba la experiencia a su ritmo de aprendizaje.
Lía no estudiaba con libros ni exámenes. Aprendía resolviendo dilemas reales, participando en simulaciones históricas, diseñando hábitats autosustentables en Marte, o debatiendo con otros estudiantes de diversas culturas gracias a la traducción simultánea neural.
Los antiguos modelos de educación estandarizada habían quedado obsoletos. Ya no se medían conocimientos memorizados, sino habilidades aplicadas, creatividad, pensamiento crítico y empatía. Los docentes humanos no habían desaparecido: se habían transformado en mentores, guías emocionales y diseñadores de experiencias educativas.
Ese día, al finalizar la clase, Lía escribió en su diario digital:
“Hoy entendí que la historia no es solo el pasado. Es el presente que elegimos construir. Quiero ser arquitecta del futuro, como lo fueron ellos de su tiempo.”
La educación en 2050 no era perfecta, pero por fin había comprendido que enseñar no era llenar una mente, sino encender una llama. Y esa llama, en cada niño, podía cambiar el mundo.
"Preámbulo del Proyecto de Ley de Educación Nacional – Año 2050
Partido Patriótico de Reconstrucción Nacional (PPRN)
En el nombre de la soberanía, la unidad y el deber ineludible de preservar nuestra identidad frente al caos global, esta ley se establece como pilar fundamental para la restauración moral, cultural y estratégica de nuestra nación.
Corría el año 2050, y el mundo ardía en las brasas de una guerra global sin precedentes. Las viejas alianzas se habían disuelto, las fronteras eran líneas móviles, y la verdad se había vuelto rehén de la desinformación masiva. En este escenario, el futuro de nuestra patria no podía dejarse al arbitrio de pedagogías decadentes ni de tecnologías manipuladas por intereses extranjeros. La educación, antaño instrumento de adoctrinamiento ideológico progresista, debía regresar a su verdadera esencia: formar ciudadanos leales, disciplinados y orgullosos de su nación.
Por ello, el Estado recupera su rol central como garante de una enseñanza orientada a la defensa, el orden y la grandeza de nuestra civilización. Se reestructura el sistema educativo con base en tres pilares inquebrantables:
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Patriotismo y Deber Nacional: Cada alumno será instruido desde temprana edad en la historia gloriosa de nuestra nación, el sacrificio de nuestros héroes y el compromiso con su defensa activa. Las humanidades se enfocarán en fortalecer los valores de obediencia, jerarquía y orgullo nacional.
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Educación Técnica y Militarizada: La inteligencia artificial, la robótica y la estrategia cibernética serán parte integral del currículo, no como fines en sí mismos, sino como herramientas para garantizar la superioridad nacional. La formación física y el entrenamiento táctico serán obligatorios desde los 10 años, consolidando una ciudadanía lista para responder ante cualquier amenaza.
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Control Cultural y Filtrado Ideológico: Toda información, material didáctico y experiencia educativa pasará por filtros nacionales que certifiquen su adecuación moral y patriótica. Se erradicarán enfoques relativistas y se establecerá una narrativa única que fortalezca la cohesión y prepare al estudiante para discernir entre lealtad y subversión.
La educación ya no será un espacio de dudas, sino de certezas. No será un campo de batalla cultural, sino un bastión de resistencia. Cada aula será una trinchera, cada maestro, un centinela, y cada niño, un soldado del futuro.
Así lo juramos. Así lo enseñaremos. Por la patria, por el orden, por la victoria".
TERCER PROMPT: "Partiendo de este preámbulo, haz un relato en primera persona. El protagonista es un profesor crítico con el régimen y el nuevo sistema educativo de 2050 que recuerda cómo era la educación en 2025"
RESPUESTA CHATGPT:
"La última clase
Recuerdo la primera vez que entré a un aula, allá por 2025. Era un lugar modesto, con paredes rayadas de ideas, pizarras que aún se escribían con marcadores y alumnos que discutían sin miedo. La educación entonces era caótica, sí, a veces ingenua, pero libre. Se enseñaba a pensar, a cuestionar, incluso a dudar. No éramos perfectos, pero había una fe inquebrantable en la posibilidad de formar seres humanos, no engranajes.
Ahora, en 2050, camino por pasillos de acero pulido donde las cámaras observan más que los ojos humanos. Las aulas han sido reemplazadas por módulos estériles donde las pantallas escupen consignas, y los niños, uniformados y erguidos, repiten al unísono lo que se les ordena creer.
Yo, el profesor Mateo Rivas, sigo aquí. Sobrevivo, no enseño. Mi título fue revalidado por el Ministerio de Educación Patriótica bajo la condición de obedecer el nuevo currículo. Hablo de la "gloria nacional", del "enemigo externo", de la "necesidad de obediencia", pero mis palabras ya no me pertenecen. Son ecos de una ideología que desprecia la duda y glorifica el orden absoluto.
Los niños me miran con esos ojos vacíos, entrenados para no parpadear, para detectar la más leve desviación del discurso oficial. Me aterra verlos así: tan disciplinados, tan funcionales... tan rotos por dentro.
A veces, en voz baja, durante los simulacros de apagón —cuando las cámaras quedan ciegas por segundos— les hablo de otro mundo. Les cuento que hubo un tiempo en que los maestros hacían preguntas sin tener respuestas, en que los alumnos discutían si un robot podía tener alma, en que podías decir "no lo sé" sin miedo.
Una niña, Clara, me escucha con más atención que el resto. Tiene algo en los ojos que me recuerda a mis antiguos alumnos, los de antes del Decreto Patriótico de Reeducación. Hoy, me entregó un papel doblado: un dibujo de un árbol con libros por ramas. Nada subversivo en apariencia, pero suficiente para que ambos desaparezcamos si alguien lo encuentra.
Me pregunto cuánto tiempo más podré fingir. Cuántas clases más podré dar sin que mi voz tiemble al repetir sus lemas.
Mañana es el “Día de la Lealtad”. Deberé recitar el preámbulo que redactaron los que gobiernan desde sus búnkeres. Pero esta noche, aquí, solo con mi memoria y este cuaderno que nadie debe leer, escribo lo que verdaderamente quiero enseñar:
“Pensar es un acto de resistencia. Dudar, un privilegio. Recordar, una forma de seguir siendo humano.”
Si algún día alguien encuentra estas palabras, tal vez entiendan que no todos obedecimos. Que aún quedaba una chispa de 2025 ardiendo bajo los escombros de este futuro blindado.
Y tal vez, solo tal vez, vuelvan a sembrar árboles con libros por ramas".
"La última clase
Elda, Alicante, 2050
Recuerdo la primera vez que entré a un aula, allá por 2025. Era en el viejo instituto Monastil, en Elda. Aquel edificio de hormigón agrietado, con sus patios polvorientos y sus pasillos llenos de grafitis y risas, parecía más un refugio que una escuela. Las ventanas aún se abrían, y por ellas entraba el olor del azahar en primavera y, a veces, las primeras ráfagas de un Levante cada vez más seco.
La educación entonces era caótica, sí, a veces ingenua, pero libre. Se enseñaba a pensar, a cuestionar, incluso a dudar. No éramos perfectos, pero había una fe inquebrantable en la posibilidad de formar seres humanos, no engranajes.
Ahora, en 2050, camino por los pasillos blindados del Complejo Educativo de Alta Disciplina “José Antonio Primo de Rivera”, construido sobre las ruinas del instituto donde enseñé durante veinte años. Las aulas son módulos sellados herméticamente para protegernos de las tormentas de polvo, de las fugas químicas y del aire envenenado por los incendios industriales del sur.
La crisis climática que ignoramos durante décadas ha arrasado los campos del Vinalopó. Ya no hay uvas, ni almendros, ni nada que no sea solar o sintético. La tierra cruje, reseca, como si protestara en voz baja. Pero nadie la escucha: todos tienen los auriculares de inmersión colocados, recibiendo su “Formación Integral Nacional”.
Yo, el profesor Mateo Rivas, sigo aquí. Sobrevivo, no enseño. Mi título fue revalidado por el Ministerio de Educación Patriótica bajo la condición de obedecer el nuevo currículo. Hablo de la "gloria nacional", del "enemigo externo", de la "necesidad de obediencia", pero mis palabras ya no me pertenecen. Son ecos de una ideología que desprecia la duda y glorifica el orden absoluto.
Los niños me miran con esos ojos vacíos, entrenados para no parpadear, para detectar la más leve desviación del discurso oficial. Me aterra verlos así: tan disciplinados, tan funcionales... tan rotos por dentro.
A veces, en voz baja, durante los simulacros de apagón —cuando las cámaras quedan ciegas por segundos debido a los cortes eléctricos— les hablo de otro mundo. Les cuento que hubo un tiempo en que los maestros hacían preguntas sin tener respuestas, en que los alumnos debatían si un robot podía tener alma, en que podías decir "no lo sé" sin miedo.
Una niña, Clara, me escucha con más atención que el resto. Tiene algo en los ojos que me recuerda a mis antiguos alumnos, los de antes del Decreto Patriótico de Reeducación. Hoy, me entregó un papel doblado: un dibujo de un árbol con libros por ramas. Nada subversivo en apariencia, pero suficiente para que ambos desaparezcamos si alguien lo encuentra.
Me pregunto cuánto tiempo más podré fingir. Cuántas clases más podré dar sin que mi voz tiemble al repetir sus lemas. La guerra, dicen, ha llegado al Estrecho, y hay rumores de una base enemiga oculta en las sierras de Granada. Cada día hay menos tiempo para pensar, y más para obedecer.
Mañana es el “Día de la Lealtad”. Deberé recitar el preámbulo que redactaron los que gobiernan desde sus búnkeres bajo Madrid. Pero esta noche, aquí, solo con mi memoria y este cuaderno que nadie debe leer, escribo lo que verdaderamente quiero enseñar:
“Pensar es un acto de resistencia. Dudar, un privilegio. Recordar, una forma de seguir siendo humano.”
Si algún día alguien encuentra estas palabras, tal vez entienda que no todos obedecimos. Que aún quedaba una chispa de 2025 ardiendo bajo los escombros de este futuro blindado.
Y tal vez, solo tal vez, en un rincón olvidado de Elda, alguien vuelva a sembrar un árbol con libros por ramas".
PREGUNTAS
¿Conoces las herramientas de ChatGPT? ¿Qué opinas del uso de la IA en Educación?
Claro que conozco la herramienta, la cual me parece muy potente a la hora de aplicarla en Educación en muchos ámbitos, siendo uno de ellos el de la docencia de Lengua y Literatura, especialmente por su carácter "creativo". Es un recurso que hay que tener en cuenta y que es muy llamativo para crear situaciones de aprendizaje de literatura, aunque también de lengua.
¿Ha sido difícil su uso? Comenta si te ha ayudado o te ha dificultado el trabajo.
El uso ha sido sencillo debido a su interfaz intuitiva. Aunque esto depende de la profundidad de uso que le quieras dar. Si quisiera trabajar para obtener resultados fiables o explotación bibliográfica intensa, la actividad se hubierta complicado. En cambio, para búsquedas superficiales o creativas, no tiene dificultad alguna. Por eso mismo, en mi caso, me ha ayudado y, sobre todo, divertido.
El relato que has obtenido ¿es similar al que tú hubieras escrito?
Diría que el relato obtenido sí que es similar al que yo hubiera escrito, aunque sí que es diferente por dos razones. La primera tiene que ver con el estilo personal, que choca con la frialdad narrativa o muy estereotipada del de ChatGPT (con un par de entrenamientos se puede pulir mucho). La segunda está relacionada con la capacidad de esta herramienta para rebuscar entre miles de relatos distópicos y fuentes de información relacionadas de las que yo, si me pusiera a escribir de primeras, carecería. Me ha sorprendido la capacidad de selección, debo reconocerlo. Lo de plantear un futuro distópico en el que en un contexto de guerra mundial España hubiera tomado una deriva a la ultraderecha y que ChatGPT decida ponerle de nombre al instituto "José Antonio Primo de Rivera" no me lo veía venir. Esa conexión entre la apropiación del tradicionalismo franquista del falangismo y el contexto planteado para el futuro conservador me ha descolocado, más que nada porque es algo que hubiera planteado yo en un posible relato. Su capacidad de cotejar datos es inmensa. Es como un truco de magia: detrás solo hay sumas, restas, divisiones y estadística, pero te sacan la carta que has elegido y te sientes como un niño pequeño en un cumpleaños o como un extranjero en pleno paseo marítimo de Benidorm.
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